¿Quién no quiere viajar en el tiempo?
Por Mariado Martinez.
El género del time travel y los patrones del viaje en el cine.
Ya sea para intentar comprender la historia que nos precede, por esa nostalgia de “cualquier tiempo pasado fue mejor” o por pura intriga de lo que realmente está por venir; todos hemos jugado a viajar en el tiempo. Y el cine nos ha servido esa curiosidad en bandeja con bobina de 35mm.
El time travel o los viajes en el tiempo, más que una temática, creo que ya podría ser considerado un género en si mismo que abarca y se alimenta de la ciencia ficción, la fantasía, la historia, el misterio, el terror, la paranoia, el drama y hasta lo cómico. En serio, ¿quién da más?
Para traquear de algún modo el origen, se suele citar a la novela de 1895 de H.G Wells “La máquina del tiempo” (The Time Machine), o incluso a su versión anterior de 1888 “Los Argonautas Crónicos” (The Chronic Argonauts). Entre medias, en 1889, la sátira “Un Yanki en la corte del Rey Arturo” (A Connecticut Yankee in King Arthur's Court) de Mark Twain. Y con estos ingredientes, la receta del género: el toque de ciencia ficción y el esfuerzo para con lo propiamente científico de Wells, unidos al análisis del comportamiento del viajero, el momento histórico y la comicidad del viaje en sí mismo de Twain.
Con eso, es interesante comprobar los patrones del viaje que el cine ha ido ofreciendo a lo largo de las décadas. El ver cómo en cada era nos hemos movido entre la nostalgia y curiosidad por el pasado, o nos hemos inclinado por la intriga y el miedo hacia el futuro.
Pre-década de los 60s, se puede encontrar un curiosísimo catálogo de películas con temática time travelling, con la húngara Szírius (1942) siendo la primera que incluía una máquina del tiempo. Sin embargo, no terminó de soltarse de la mano de la ciencia ficción y despuntar como género independiente hasta la adaptación en 1960, con premio Oscar por mejores efectos especiales incluido, de “La máquina del tiempo” (bastante mejor “conservada” que la versión de 2002).


Carteles The Time Machine, EEUU y España, 1960.
Durante los 60s y 70s, décadas de la Space Age, la visión de un posible futuro lideraba el tipo de time travelling que la industria transformaba en películas. Seguramente para alimentar la curiosidad de una sociedad que prefería mirar a la modernidad futurista, incluso aceptando el toque apocalíptico. De ahí títulos como “Más allá de la barrera del tiempo” (Beyond the Time Barrier, 1960, Edgar G. Ulmer), donde el piloto estadounidense Bill Allison viaja hasta un 2024 que sufre una plaga esterilizadora de humanos (bastante inquietante pensarlo en nuestro 2021), o los astronautas Taylor, Landon y Dodge despertando en “El Planeta de los Simios” (1968).
Es ya en los 80 donde los viajes en el tiempo llegan a una audiencia mainstream convirtiéndose en clásicos de la cultura popular con “Regreso al Futuro” o “Peggy Sue se casa” de Francis Ford Coppola. Y esta vez, se viaja al pasado para comprender el presente.
En los 90 y 2000s, volvemos al futuro con virus, metralletas y mucha carga psicológica: “Terminator”, “Doce Monos”, “Donnie Darko”, “The Jacket”. Y de ahí, a que el género juegue en la liga de mejores películas en los Oscar recientes con una historia de viaje al pasado por nostalgia creativa como “Midnight in Paris” (2011).
A partir de ahí, una vez que el género ya ha calado, la industria del entretenimiento lo ha explotado en creaciones de toda clase donde se viaja hasta de manera circular. (véase la serie alemana de Netflix Dark).
El caso es que a todos nos cuesta un poco vivir solo en el presente. El fantasear con el futuro o el romantizar el pasado es algo intrínseco al carácter curioso del ser humano y ahí están los contenidos audiovisuales para teletransportarnos.
Por ahora…