Fantaciencia: androides, druidas y el puente que los une

De acuerdo, estás pensando en escribir fantaciencia: un género híbrido potencialmente problemático en cuanto a su definición. Y si ya es difícil definirlo, más difícil es escribirlo, ¿verdad? Ahí vienen las dudas, los ¿y si es solo fantasía o ciencia ficción? Si añado tecnología a mi mundo mágico, ¿es ya fantaciencia? ¿Y un guiño a la magia en mi planeta lejano? ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Dónde establezco el límite? Comencemos, entonces, a definir el género.

La Fantaciencia se define como un género a medio camino entre la fantasía épica y la ciencia ficción. No obstante, este tipo de definiciones tiene el problema de ser terriblemente ambiguas. ¿Cómo definimos el medio camino? ¿Cuántos ordenadores tiene que manejar un orco para pasar de fantasía a fantaciencia? Y si maneja demasiados, ¿nos pasamos de rosca y nos convertimos en ciencia ficción? ¿Dónde está el límite exacto?

Para establecer el límite, o al menos el espacio donde confluyen los dos géneros, debemos precisarlos. Por un lado, el género fantástico se define como un género artístico en el que hay presencia de elementos que rompen con la realidad establecida. Por otro lado, la ciencia ficción se define como un género especulativo que relata acontecimientos posibles desarrollados en un marco imaginario, cuya verosimilitud se fundamenta narrativamente en los campos de las ciencias físicas, naturales y sociales.

No obstante, atendiéndonos a estas definiciones, ¿la fantasía no entra dentro de la ciencia ficción? Y si en mi mundo ficticio la magia se construye a partir de leyes naturales establecidas y coherentes con esta misma realidad, ¿es fantasía o ciencia ficción?

Ahora bien, seamos sinceros: ¿a alguien le importan las definiciones de libro para algo tan cotidiano como el tipo de contenido que consumimos? ¿No sería mejor preguntar a las personas de a pie qué creen que es cada género? Pues bien, eso he hecho: he preguntado a varias personas de mis distintos círculos sociales para que me ofrezcan estas definiciones. Al pedir que me precisen el género fantástico, recibo respuestas como: «género que no puedo creer que exista en mi realidad», «un mundo donde hay magia y criaturas mágicas o hechos sobrenaturales» o «incluye elementos que no existen ni tampoco pueden existir». En cambio, la ciencia ficción la definen como: «elementos científicos que pueden ser reales, pero que van más allá de nuestros límites actuales», «naves espaciales y rayos» y «se asemeja más a la realidad, quizá un futuro hipotético». A partir de sus términos, podemos sacar conclusiones.

La fantasía es, entonces, aquella que contiene elementos que rompen con nuestra realidad establecida y que, en ningún caso, ni siquiera un futuro hipotético, podrían darse. La ciencia ficción también rompe con nuestra realidad establecida, pero se asienta en el campo de las ciencias y nos genera una mayor cercanía y sensación de realidad. 

¿Hemos resuelto ya la duda? ¿Sabemos ahora qué es la fantaciencia? Todavía no. Ahora nos toca echar la vista atrás unos pocos años. Ya en 1986, Tomás Albaladejo, figura clave española en el estudio de la semántica extensional, publicó Teoría de los mundos posibles y macroestructura narrativa. En este libro, el teórico literario distingue tres tipos de realidades referenciales sobre las cuales podemos construir discursos:

  • el modelo de mundo I (MM-I), el de lo verdadero ―un libro de historia, por ejemplo, o un artículo periodístico―;
  • el modelo de mundo II (MM-II), el de lo ficcional verosímil ―La Regenta, La señora Dalloway o cualquier novela ficticia que se construya en un mundo similar al nuestro, sin elementos que rompan sus leyes naturales―;
  • y el modelo de mundo III (MM-III), el de lo ficcional inverosímil ―El señor de los anillos, Harry Potter o La historia interminable, por ejemplo―. Un modelo de mundo consiste en la construcción mental que todos y cada uno de nosotros llevamos a lo largo de nuestra vida a partir de la realidad que nos rodea.

Así, estos tres modelos de mundo se comparan con nuestra propia realidad. De ese modo, el MM-I es verdadero porque coincide en su totalidad con el nuestro; el MM-II es verosímil, pero ficcional, al fin y al cabo; mientras que el MM-III, además de ficcional, es incompatible e inverosímil con el mundo que nos rodea ―aunque, dentro de este mundo ficticio, los elementos fantásticos deben ser verosímiles y coherentes entre ellos―.

De este modo, la Teoría Literaria consigue un estudio que le permite analizar este tipo de construcciones siguiendo unas pautas académicas. No obstante, Francisco Javier Rodríguez Pequeño aparece y dice: «¿y la ciencia ficción qué?». Así, desarrolla un nuevo modelo de mundo:

  • el modelo de mundo de tipo IV (III en su división) o el modelo de mundo de lo fantástico verosímil, aquello que incumple las leyes del mundo real objetivo, pero consigue que el receptor, consciente e intencionadamente por parte del productor, acepte dicha estructura de conjunto referencial como posible dentro del mundo real objetivo.

Es decir, divide el MM-III de Albaladejo en dos: un MM-III, fantástico verosímil, donde inserta la ciencia ficción; y un MM-IV, fantástico inverosímil, reservado para la fantasía. Y es que estos dos géneros comparten elementos fantásticos, elementos que rompen leyes naturales de nuestro mundo, aquel que nos rodea, pero mientras que la fantasía abraza la inverosimilitud y no te intenta demostrar que sus elementos sean posibles en la realidad, la ciencia ficción intenta convencerte con argumentos asentados en la ciencia, al menos en apariencia, de que «esto quizá sea posible en un futuro». Así, jamás veremos un debate relativamente serio acerca de si la magia de El nombre del viento pudiera ser real o no, pero sí podemos encontrar foros, muy bien informados, sobre posibles viajes en el tiempo, de qué manera tendría que evolucionar la ciencia y qué cuestiones naturales deberían resolverse antes.

No obstante, aparece el género de la fantaciencia: el medio camino entre la fantasía épica y la ciencia ficción. Rodríguez Pequeño nos diría que este tipo de literatura siempre se enmarcaría en un MM-IV, ya que la existencia de un solo elemento fantástico inverosímil convertiría todo el modelo de mundo en fantástico inverosímil. Sin embargo, no nos importa mucho su opinión en este aspecto. Gracias a sus teorías y su metodología de análisis de elementos, podemos estudiar el esqueleto narrativo y semántico extensional de una obra, enfocándonos en el modelo de mundo sobre el cual se construye, pero este no lo es todo para definir el género literario de la obra en cuestión. Si yo, por ejemplo, escribiera un relato ambientado en el universo ficticio de la saga Harry Potter, pero este estuviera protagonizado por muggles y no se incluyera ningún elemento fantástico de peso para la trama, a excepción de algún easter egg que permita al lector saber que nos encontramos en esta ambientación, ¿el relato entraría dentro del género de la fantasía? Por supuesto que no. El género, a pesar de hallarse influenciado por el mundo sobre el cual se construye la narración, no viene dado por este en su totalidad. ¿Una historia acerca de dos jóvenes ladronas en el planeta Tatooine que cuenta cómo logran robar comida para alimentar a sus hermanos es ciencia ficción? Bueno, su mundo se enmarca dentro de la ciencia ficción, pero el género de este relato se acercaría más a la picaresca, siempre y cuando sus métodos no involucren elementos de ciencia ficción y la acción se desarrolle en torno a aquello que es común entre nuestros mundos, como una buena retórica o un excelente juego de manos.

La fantaciencia, entonces, necesita de un mundo donde la fantasía y la ciencia ficción puedan coexistir, pero estos elementos deben hallarse equilibrados y tener peso en la acción narrativa. No basta con aparecer, sino que deben aportar. La serie de cómic Saga se define como una space opera, épica y fantástica: una verdadera fantaciencia. La serie describe a dos amantes pertenecientes a dos razas extraterrestres envueltas en un largo conflicto bélico, Alana y Marko, que escapan de las autoridades de ambos bandos de una guerra mientras luchan por cuidar a su hija recién nacida, Hazel, quien relata la serie. En esta historia, hallamos elementos de peso que nos permiten definir la obra como los dos géneros de lo que hablamos: el planeta de Alana es eminentemente bélico y construido a raíz de avances tecnológicos, mientras que la comunidad de Marko es capaz de usar magia ―a través de conjuros en esperanto―. Hallamos pistolas láser, planetas habitados por robots y naves espaciales, pero también el espíritu de una muchacha que hace de niñera de la pequeña Hazel o un cohete espacial que en realidad es un árbol caído con propiedades mágicas.

Al final, se aprende con el ejemplo. Por ello, Droids & Druids publica su Antología de Fantaciencia, una antología de relatos de este género donde abundan los ejemplos: sirenas y otras criaturas mitológicas mecánicas, temor a la ciencia y confianza en la magia o brujas en el espacio.

Foto de nuestra antologia de Fantaciencia

Puedes conseguirla en nuestra tienda.

Y es que ahí está el verdadero punto de la fantaciencia, el espacio en el que confluyen los dos géneros. La Teoría Literaria nos permite definir el modelo de mundo de la obra, pero este no establece por completo el género ―aunque ayude una barbaridad, claro―. El género viene dado por la trama, la acción narrativa, los personajes y sus relaciones y, también, el modelo de mundo en el cual se construye.

Así que si quieres escribir fantaciencia, pero tienes un miedo terrible a no hallar el punto exacto de este género híbrido, tan solo enumera todos los elementos fantásticos de tu obra: por un lado, aquellos que son verosímiles y quizá pudieran ser posibles, quién sabe si en un futuro o en un pasado paralelo; y, por otro lado, aquellos que son inverosímiles y responden a una verdadera fantasía sin cabida en nuestro mundo. Pésalos, equilíbralos, obsérvalos. Si tanto unos como otros son necesarios para tu historia, si su ausencia cambiaría por completo todo lo narrado e hiciera tambalear todo lo construido, entonces enhorabuena, porque has encontrado el puente que une a los androides con los druidas.

Tienes otros ejemplos en nuestra colección de novelettes de Fantaciencia:

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